Una caperucita negra que no llevaba comidita a su abuela ni temía a los lobos. Una caperucita con el corazón oscuro, que se pasaba los días recorriendo bosques repletos de criaturas mágicas y maravillosas porque la magia, aunque no exista, está en todas partes. Solo debemos encontrar la manera de verla. Y en esos ojos, sin duda hay magia.